¿Cómo queremos alimentarnos?

En cuestiones de alimentación cada vez más se apela a la regionalidad, la sostenibilidad y las garantías del origen del producto. El consumidor quiere saber qué come, de dónde viene y además desea involucrarse de una manera más directa en la cadena de producción. La venta directa entre pequeños productores y consumidores va en aumento y los grupos de consumo, cada día más consolidados, son una realidad. En este contexto, el concepto soberanía alimentaria se alza produciendo filias y fobias entre militantes y escépticos. Se define como el derecho que tienen los pueblos para organizarse y abastecerse de una forma sostenible y ecológica dando prioridad a las economías locales. Sitúa a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas.
En el caso de Gipuzkoa,  este territorio pretende impulsar unas políticas agrarias que flexibilicen la normativa actual que favorece a los grandes productores, la industria, y perjudica a los pequeños o artesanos. El director de Agricultura y Desarrollo Rural, Koldo Lizarralde, aboga por una cooperación entre el Gobierno vasco y las tres diputaciones vascas para conseguir un nuevo marco legal para el pequeño productor con un planteamiento global que abarque desde la producción, la elaboración y la venta. Esto requeriría la necesidad de definir lo que se considera pequeña producción, a quién se le considera pequeño productor. Por ejemplo, los técnicos del ente foral están viajando a Iparralde para ver en el propio terreno cómo se lleva a cabo la normativa en Francia, un país que aplicó en su momento casos de excepcionalidad legal en relación a la producción artesanal, tarea que no realizó España y que perjudicó a Euskadi con la pérdida de un potencial enorme de pequeños productores. No es fácil trabajar en una explotación agraria diversificada sin leyes que te amparen.
En este sentido, la soberanía alimentaria da prioridad a los mercados locales y nacionales, otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad ambiental, social y económica. Además,  promueve el comercio transparente que garantice ingresos dignos, y los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Un dato, en Euskadi el 7% de lo que se consume es producción local el resto viene del exterior.
Lizarralde considera que es vital, además de impulsar leyes más flexibles para los artesanos, trabajar los sistemas de comercialización actuales. Los grupos de consumo, donde el cliente se compromete a una cesta semanal o mensual, es una fórmula que se extiende entre la población pero los mercados tradicionales no son suficientes como plataformas de venta si tenemos en cuenta los nuevos hábitos de consumo. Es una llamada a nuevas vías de comercialización del producto local.
Hay que saber qué producir pero también cómo ponerlo a la venta.

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