No todo es cuestión de tamaño

Es difícil definir a un pequeño productor. No hay ninguna normativa ni a nivel nacional ni internacional que determine lo que implica serlo en función de las cifras, aunque cualquier persona en su imaginación podría hacerse una idea de lo que hoy en día es la producción casi artesanal o de consumo familiar. Ni la PAC (Política Agraria Común), que rige la agricultura,  la ganadería y la producción de alimentos en Europa, ni las comunidades autónomas, ni si quiera Naciones Unidas a través de la FAO saben de que manera acotar el terreno del pequeño productor. No está definido porque es complicado; depende de los cultivos y de las zonas geográficas. Una explotación con 15 vacas en A Coruña quizás no sea pequeña en Galicia pero en Córdoba sí.
Desde la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos de España (UPA), su portavoz habla de un concepto más “comprensible y tangible” que abarca un fenómeno que puede ser en cifras muy variable; la agricultura familiar, que en 2014 tendrá su año internacional.
La UPA apuesta por una legislación que ampare al pequeños productor ya que considera que es el modelo más sostenible, no solo para las propias explotaciones agrarias sino para los consumidores, restauradores y el mundo rural en general. Si se aspira a un futuro sostenible, si se persigue una alimentación de calidad, es fundamental que desde las Administraciones se apueste de otra manera por el modelo del pequeño productor.
Para esta asociación, el modelo de explotación familiar es absolutamente viable y rentable, no solo socialmente sino económicamente. Las reclamaciones sobre las presiones que sufre el pequeño productor por parte de las grandes cadenas de la distribución alimentaria es una vieja batalla. La distribución en España esta controlada por cinco grandes grupos que concentran la demanda de productos y sin embargo, la oferta está muy atomizada y muy dispersa. Esa presión, que ejerce la distribución debido a lucha de márgenes económicos que mantienen estos grandes conglomerados de la alimentación en busca de la oferta y en auge motivada por la crisis actual, lo que hace es trasladar una guerra de precios al primer eslabón que son los pequeños productores. La realidad, sin embargo, es que tiene que haber espacio para las grandes cadenas de distribución pero también para los pequeños comercios, granjas, huertos y pescadores. ¿Por qué no?

El pequeño productor demanda a las Administraciones una ley que le ampare pero no se trata de protección únicamente también habría que modificar hábitos a través de la innovación y la creatividad para crear nuevos escenarios en el mundo del comercio más artesanal. No está todo hecho.

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