Baja todas las semanas a la plaza del pueblo de Orio. Como cada martes por la tarde descarga de su furgoneta cestas llenas de verduras y huevos, además de leche y queso elaborado por un caserío vecino de este agricultor de 33 años, ingeniero técnico agrícola de formación. Su huerta en Aia produce para 35 clientes. A día de hoy son las personas con las que se ha comprometido cada semana para abastecerlas de lo que la tierra provea según la temporada, no tiene invernaderos.
Este pequeño productor lleva dos años vendiendo directamente al consumidor con una cartera fija porque, como él dice, es la única forma de organizar la producción y poder subsistir de la agricultura. Se reúne con sus clientes dos o tres veces al año para explicarles cómo va la huerta y ver cuáles son los productos más demandados. La venta directa al consumidor es una forma de ganarse la vida que se empieza a extender aún más con la crisis y la necesidad de una sociedad más sostenible.
Iñaki coloca sus productos en una mesa en mitad de la plaza sin saber que tras ese gesto se esconde un soplo de aire fresco frente a otros modelos productivos como el industrial que han imperado en las últimas décadas. El premio Nobel alternativo de agroecología, Henk Hobbelink, lo tiene claro: “Los pequeños campesinos refrescarían el planeta”. En una entrevista en la Vanguardia, el ingeniero agrónomo holandés asegura que el 30% de la tierra fértil del mundo, la de pequeños agricultores, produce el 65% de la comida. El fundador de Grain, una ONG dedicada a la soberanía alimentaria y la agroecología, ve necesarias ayudas sociales a los pequeños agricultores para que no abandonen el campo.
Volviendo al joven agricultor oriotarra, que trabajó en un sindicato agrario antes de volcarse de lleno en las labores del campo, es consciente de que vivir de la tierra es difícil pero ofrece ventajas como la flexibilidad horaria, la conciliación familiar y el contacto con la naturaleza. Iñaki sabe que con algunos productos es más difícil la venta directa, como es el caso de los huevos. Asegura que debe cumplirse un mínimo de higiene y seguridad alimentaria pero que hay unas normas que están pensadas más en favor de la gran industria. “No puede haber la misma normativa para 20.000 huevos que para 200”, dice. A Sanidad le preocupa, lógicamente, la trazabilidad del producto; ver si desde el origen hasta la venta final en toda la cadena se detecta alguna irregularidad.
En el caso de la Asociación guipuzcoana de Fomento de la Agricultura Ecológica, Biolur, se han creado grupos de consumo para fomentar una relación directa entre los agricultores y los consumidores con el propósito de llegar a una soberanía alimentaria sin necesidad de intermediarios. La venta directa de productos agrarios se enarbola no solo como una filosofía de vida más saludable y ecológica, sino como una alternativa de alimentación donde el cliente valora por encima del precio, no siempre más caro, el producto, su calidad y el origen.