Siempre se contempló como una oportunidad para intentar cambiar las cosas y mejorarlas. Abrir un debate en torno a la situación del pequeño productor era algo que no se podía dejar de lado. Pedía a gritos un espacio desde el cual recoger y plasmar distintas opiniones y realidades sobre los artesanos. Una sanción, una oportunidad surgió con esa idea el 25 de diciembre y desde aquí hoy, le ponemos fin como ya lo anunciamos en su arranque. Conscientes de que el tema aún permite una mayor profundización, pero satisfechos porque las instituciones competentes en impulsar nuevos marcos legales para los pequeños agricultores, el Gobierno Vasco y las tres Diputaciones, han mostrado una buena disposición para coger el testigo.
Ahora solo queda que se hagan realidad esas reivindicaciones. Que se defina finalmente lo que es un pequeño productor y se le brinde herramientas jurídicas más flexibles para que puedan sobrevivir. Esperamos que las voces de los pescadores, agricultores y ganaderos que han compartido sus reclamaciones durante este tiempo, no caigan en saco roto. El Gobierno Vasco tiene el reto de sacar adelante el decreto de artesanía. La Administración Vasca ha reconocido la importancia cultural, social y medioambiental de la pequeña agricultura y la necesidad de abordar la compleja situación de los artesanos. Plataformas como Euro-Toques y Slow Food seguirán trabajando en esta dirección.
Estos meses las muestras de apoyo han sido constantes, no solo de forma anónima a través de consumidores comprometidos o agricultores preocupados por un futuro incierto, sino también por cocineros de renombre internacional como René Redzepi, David Chang, Joan Roca, Ferran Adrià, Juan Mari Arzak o Pedro Subijana, entre otros, que creen que el producto local, sostenible y artesanal es un valor añadido en sus platos.
¿Cuál es la principal preocupación de los pequeños productores? La respuesta ha sido unánime por parte de los agricultores y ganaderos. La barrera legal, seguida por la falta de demanda, el coste de implantación, desconocimiento de opciones de venta y su potencial, y finalmente, la complejidad de la tecnología asociada y el tamaño reducido de la explotación. Los artesanos demandan una mayor flexibilidad normativa en sanidad, y habilitar autorizaciones sanitarias que hagan viable el negocio de las pequeñas explotaciones, y por último, campañas de concienciación y apoyo institucional a los productos locales. La normativa vigente está planteada para las grandes explotaciones y la industria.
¿Soluciones? Tendrán que llegar. Quizás leyes comunes para grandes, medianos y pequeños productores, pero con especificaciones concretas para los más pequeños con una legislación más flexible. Quizás un sello distintivo de artesanía que cumpla con unos mínimos de responsabilidad higiénico-sanitaria demandados. Quizás sistemas de control para los productos locales.
La realidad es que, cada vez más, los consumidores valoran los productos sanos, naturales, ligados a la identidad del territorio donde se encuentran y respetuosos con el medioambiente.
Toca mover ficha.